Los hombres de las sociedades modernas explican muchos acontecimientos gracias a la ciencia, las sociedades antiguas los explicaban mediante mitos. Algunas sociedades han sido influidas por otras, como los romanos lo fueron por los griegos. Pero es importante constatar que comunidades muy alejadas unas de otras poseen mitos similares: el origen del mundo, el diluvio, el paso de una generación a otra de dioses, etc. Según Ruiz de Elvira“Mitología clásica es el conjunto de las leyendas o mitos griegos y romanos que, según testimonios que poseemos, tuvieron vigencia como tales leyendas en cualquier momento del ámbito temporal que va desde los orígenes hasta el año 600 d. C.”La religión sirve como mecanismo de seguridad en la vida. Los romanos tienen mucho interés por los procesos naturales de los que depende su felicidad. Todo hecho cuyas causas no son fácilmente explicables es recurrido por la intervención divina o la Fortuna, es decir, todo lo que no es explicable es atribuido a una divinidad.
“Todo está asociado a la actividad divina y espiritual, y es el resultado de ella.”
Todos los procesos y hechos de la vida están vinculados con las divinidades. Existen varios aspecto a distinguir, a saber: los hechos importantes son controlados por la divinidad; los hechos particulares por los dioses.
Los cultos primitivos se relacionan con la forma de vida de la época. Así cultos como los de Ceres o Pomona. Los dioses se van incorporando a la sociedad romana a medida que se desarrolla la sociedad y, sobre todo, a medida que surgen los problemas, ya que los dioses aparecen cuando hay algún hecho extraño, inexplicable que se quiere evitar y dejarlo así en manos de los dioses. Un ejemplo de ello es la crisis del siglo V a.C. en el que se entra en una depresión económica, una escasez del grano y una epidemia. Por ello se funda la institución del culto a Mercurio, que garantiza así las transacciones comerciales, Ceres, que activa la germinación, y Apolo, que suministra el poder de curación. Roma acogerá cultos de otras civilizaciones y pueblos cercanos para soliviantar sus necesidades.
Cada dios estaba encargado de una función vital, ya que los romanos buscaban ante todo su seguridad y bienestar confiando para ello en la actividad divina. Los fenómenos climáticos y atmosféricos se explicaban y atribuían también a los dioses, ya que la lluvia o el calor resultaban fenómenos propios de los dioses. Así, por ejemplo, Júpiter Lutecio o Júpiter Fulgur. La sociedad romana era muy práctica. Se llegaba incluso a hacer un listado amplio de dioses para actividades de todo tipo, divinidades menores. Las funciones importantes son las que están en manos de los dioses. Algunas actividades resultan muy importantes en la vida cotidiana de los romanos.
Muchos dioses también se atribuyen a espacios físicos, tales como bosques, fuentes, ríos, cuevas, que conforman parajes sobrenaturales y cargados de misterio y divinidades. Así ríos como el Tíber son considerados como divinos y representados como tales en la literatura y en el arte.
No sólo había dioses en el ámbito familiar e individual sino también a nivel de grupos y por Estados y ciudades. Cada gremio llevaba a cabo una actividad y ésta estaba sujeta al control divino, ya que se confiaba en el dios para su porvenir y prosperidad. A nivel superior encontramos los intereses comunes de la patria. Cada ciudad posee un dios patrón que simboliza sus aspiraciones y actividades, y del que se piensa que tenía allí su morada. Cada uno de ellos protegía su ciudad. Juno estaba en Veyes y tuvo que ser trasladada a Roma mediante la evocatio para que renunciara a Veyes y ésta pudiera ser vencida. El líder romano era Júpiter Óptimo Máximo, cuyo templo dominaba el corazón de la ciudad y era considerado como el dios que aseguraba los éxitos y daba fuerza a todas sus empresas. Júpiter tenía tal veneración y respeto que Cicerón lo nombra como el salvador de Roma tras el intento de conjuración por parte de Catilina. Los dioses patrios eran difíciles de abandonar cuando alguien tenía que exiliar. Un ejemplo de ello está en Ovidio, que que se despide de los dioses de la gran ciudad de Rómulo y sus templos.
La religión romana se ocupaba del éxito y no de las desgracias. La felicidad era la meta en la vida y ésta dependía del resultado favorable de todas las actividades cotidianas, en el comercio, la vida privada, los negocios. Todas estas actividades no se podían controlar científicamente, por lo que su éxito no se podía garantizar y así se atribuya a la fuerza divina. Horacio dice: “pongámonos tan cómodos como podamos. Deja lo demás al cuidado de los dioses; tan pronto como ellos han puesto calma en los vientos que combatían sobre la encrespada llanura del mar, dejan de agitarse los cipreses y los vetustos olmos”. Los dioses actúan sobre fuerzas de la naturaleza que el hombre no puede controlar, por lo que lo que puede hacer es desear lo mejor y ganarse el favor de los dioses.
Los dioses no son autores del cambio de carácter en las personas, ya que los romanos consideraban que una persona nacía con un carácter determinado así para toda la vida. Había una inclinación natural, un carácter (suus ingenium), que no se podía modificar. En cualquier caso la religión era un instrumento que podía hacer más débiles a los humanos, pero no podía transformar su carácter en una nueva forma de ser.
La religión romana no mira la moral del hombre, si es bueno o malo, sino que siendo práctica sólo le interesa el rito, la forma de llevar a cabo las oraciones y el sacrificio. Posterior a la época augustea la religión tradicional se impregna de la filosofía y las tradiciones orientales. El estoicismo fue la corriente filosófica más importante en Roma. Cicerón fue alumno de un estoico y dijo que dios penetraba la naturaleza de todas las cosas. Por tanto, toda actividad humana tenía algo de divino.
Es exagerado decir que el hombre no emprendía nada sin el favor de los dioses. En la vida cotidiana el romano no estaba especialmente interesado en la ofrenda pública, excepto en tiempos de gran preocupación o euforia nacional. Esta labor pública quedaba a cargo de los sacerdotes y magistrados. El romano de a pie no tenía por qué preocuparse, excepto en los días festivos, de significado religioso.
En Roma nunca hubo una clase sacerdotal y una gobernante, ya que estos cargos estaban ocupados por las mismas personas. Los cargos sacerdotales por los magistrados, como en el caso de César, por lo que le interés religioso no decayó. Los grandes sacerdocios eran considerados más como un cargo de distinción social que como mero cargo religioso. La religión en su aspecto público podía estar atendida sin que el público participara. Los magistrados conformaban la base religiosa del Estado. Su labor debía ser llevada a cabo no sin contar antes con el favor divino, antes de cualquier acto público.DIOSES DE LA RELIGIÓN ROMANA
“Todo está asociado a la actividad divina y espiritual, y es el resultado de ella.”
Todos los procesos y hechos de la vida están vinculados con las divinidades. Existen varios aspecto a distinguir, a saber: los hechos importantes son controlados por la divinidad; los hechos particulares por los dioses.
Los cultos primitivos se relacionan con la forma de vida de la época. Así cultos como los de Ceres o Pomona. Los dioses se van incorporando a la sociedad romana a medida que se desarrolla la sociedad y, sobre todo, a medida que surgen los problemas, ya que los dioses aparecen cuando hay algún hecho extraño, inexplicable que se quiere evitar y dejarlo así en manos de los dioses. Un ejemplo de ello es la crisis del siglo V a.C. en el que se entra en una depresión económica, una escasez del grano y una epidemia. Por ello se funda la institución del culto a Mercurio, que garantiza así las transacciones comerciales, Ceres, que activa la germinación, y Apolo, que suministra el poder de curación. Roma acogerá cultos de otras civilizaciones y pueblos cercanos para soliviantar sus necesidades.
Cada dios estaba encargado de una función vital, ya que los romanos buscaban ante todo su seguridad y bienestar confiando para ello en la actividad divina. Los fenómenos climáticos y atmosféricos se explicaban y atribuían también a los dioses, ya que la lluvia o el calor resultaban fenómenos propios de los dioses. Así, por ejemplo, Júpiter Lutecio o Júpiter Fulgur. La sociedad romana era muy práctica. Se llegaba incluso a hacer un listado amplio de dioses para actividades de todo tipo, divinidades menores. Las funciones importantes son las que están en manos de los dioses. Algunas actividades resultan muy importantes en la vida cotidiana de los romanos.
Muchos dioses también se atribuyen a espacios físicos, tales como bosques, fuentes, ríos, cuevas, que conforman parajes sobrenaturales y cargados de misterio y divinidades. Así ríos como el Tíber son considerados como divinos y representados como tales en la literatura y en el arte.
No sólo había dioses en el ámbito familiar e individual sino también a nivel de grupos y por Estados y ciudades. Cada gremio llevaba a cabo una actividad y ésta estaba sujeta al control divino, ya que se confiaba en el dios para su porvenir y prosperidad. A nivel superior encontramos los intereses comunes de la patria. Cada ciudad posee un dios patrón que simboliza sus aspiraciones y actividades, y del que se piensa que tenía allí su morada. Cada uno de ellos protegía su ciudad. Juno estaba en Veyes y tuvo que ser trasladada a Roma mediante la evocatio para que renunciara a Veyes y ésta pudiera ser vencida. El líder romano era Júpiter Óptimo Máximo, cuyo templo dominaba el corazón de la ciudad y era considerado como el dios que aseguraba los éxitos y daba fuerza a todas sus empresas. Júpiter tenía tal veneración y respeto que Cicerón lo nombra como el salvador de Roma tras el intento de conjuración por parte de Catilina. Los dioses patrios eran difíciles de abandonar cuando alguien tenía que exiliar. Un ejemplo de ello está en Ovidio, que que se despide de los dioses de la gran ciudad de Rómulo y sus templos.
La religión romana se ocupaba del éxito y no de las desgracias. La felicidad era la meta en la vida y ésta dependía del resultado favorable de todas las actividades cotidianas, en el comercio, la vida privada, los negocios. Todas estas actividades no se podían controlar científicamente, por lo que su éxito no se podía garantizar y así se atribuya a la fuerza divina. Horacio dice: “pongámonos tan cómodos como podamos. Deja lo demás al cuidado de los dioses; tan pronto como ellos han puesto calma en los vientos que combatían sobre la encrespada llanura del mar, dejan de agitarse los cipreses y los vetustos olmos”. Los dioses actúan sobre fuerzas de la naturaleza que el hombre no puede controlar, por lo que lo que puede hacer es desear lo mejor y ganarse el favor de los dioses.
Los dioses no son autores del cambio de carácter en las personas, ya que los romanos consideraban que una persona nacía con un carácter determinado así para toda la vida. Había una inclinación natural, un carácter (suus ingenium), que no se podía modificar. En cualquier caso la religión era un instrumento que podía hacer más débiles a los humanos, pero no podía transformar su carácter en una nueva forma de ser.
La religión romana no mira la moral del hombre, si es bueno o malo, sino que siendo práctica sólo le interesa el rito, la forma de llevar a cabo las oraciones y el sacrificio. Posterior a la época augustea la religión tradicional se impregna de la filosofía y las tradiciones orientales. El estoicismo fue la corriente filosófica más importante en Roma. Cicerón fue alumno de un estoico y dijo que dios penetraba la naturaleza de todas las cosas. Por tanto, toda actividad humana tenía algo de divino.
Es exagerado decir que el hombre no emprendía nada sin el favor de los dioses. En la vida cotidiana el romano no estaba especialmente interesado en la ofrenda pública, excepto en tiempos de gran preocupación o euforia nacional. Esta labor pública quedaba a cargo de los sacerdotes y magistrados. El romano de a pie no tenía por qué preocuparse, excepto en los días festivos, de significado religioso.
En Roma nunca hubo una clase sacerdotal y una gobernante, ya que estos cargos estaban ocupados por las mismas personas. Los cargos sacerdotales por los magistrados, como en el caso de César, por lo que le interés religioso no decayó. Los grandes sacerdocios eran considerados más como un cargo de distinción social que como mero cargo religioso. La religión en su aspecto público podía estar atendida sin que el público participara. Los magistrados conformaban la base religiosa del Estado. Su labor debía ser llevada a cabo no sin contar antes con el favor divino, antes de cualquier acto público.DIOSES DE LA RELIGIÓN ROMANA
No hay comentarios:
Publicar un comentario